jueves, 20 de enero de 2011

Dejan paso al sol las nubes

Desde aquellos cielos crepusculares que pudieron verse desde la distancia en aquella parte sureste de la ciudad, que acompañaban con la preocupación implícita entre los angostos jardines adornados de árboles de diferente rama, y el ánimo estaba puesto en el azul de la esperanza; dieron sus frutos y la caducas amarillentas hojas que adornaban tras la ventana, alentaron tantas horas, como caben en la cama. Así, con altibajos se iban disipando, poco a poco, las espesas nubes como sábanas. Llegaron días fríos y el calor entró derecho al alma; repúsose así la tierra sanándola hechas ya las enseñanzas. Entre las aguas del Douro,  llego en la corriente que afluye del caudal que lo delata, una notas musicales, apenas perceptivas, llegaron hasta el Atlántico esas gotas de alegría, al saber que a orillas del río se encontraban bien atendidas. Hubo días festivos que celebrar, cafés, amigos, alegres llamadas innesperadas, cortos paseos, algún breve relato y una boina nueva que estrenar. Al pasar la Navidad, han vuelto la nubes, y con la bufanda encarnada al cuello paso a paso, se encamina hacia el lugar, ese Jardín del Poniente que le aguarda, como le aguardan sus libros, el polvo de siempre y la luz al entrar. Abre ahora las mañanas, como antes de marchar. Alisaron tras el roto su acera para entrar y así poner el letrero acuarela en la azul hoja puerta  de atraás, que dice: abierto. Mas opino yo y discrepo que es 'abierta' más lícito, como la pizarra que se llevaron unos meses atrás. Hoy las nubes pasaron y al pasar dejaron ver de nuevo el sol, que ahora ha de alumbrar la ciudad.