José Rodríguez Martín, 'Pepe Relieve', cofundador de la Librería Relieve, al término del acto. |
Los que pudimos asistir, comprobamos ciertamente como el espacio de la amplia sala, se reducía y como si el sencillo y emotivo acto, quisiéra que todos los asistentes, nos juntáramos, apiñáramos, arrimáramos nuestros hombros y difrutáramos de las voces sosegadas de los que tánto tienen que decir y que dan sentido a la palabra escuchar. No porque tuvieran que sentenciar nada, ni arbolar bandera, sino por que transmitían la propia vida. La que vivieron en aquellos años más que difíciles a duras penas y lo hacían con la sencillez llana de nuestros abuelos. Enternece escuchar a Félix con su voz tan sincera como sueve y profunda, que siempre redondea alguna frase con alguna palabra casi susurrante en admirables exclamaciones. !!! Qué decir de Pepe, librero - poeta, –dice que empezó de listero–, yo digo que sería merecedor, si lo hubiera en Doctor Honoris Causa Documentalista. Señor, que memoria. Al igual que lo hiciera Felix, que intervino después de él, centró sus palabras a modo de recorrido auto-biográfico, como si aquellos, desconocieran ese curso de sus vidas... Y realmente, fue así. Me quedo entre muchas anécdotas, con la imagen poética de cuando relata la partida de su familia para Francia y su madre 'lo único que no quería dejar aquí, eran sus juegos blancos de cama'. Evocadora imagen de una fuerza sobrecogedora del Neorealismo Italiano, con el mismo argumento que magistralmente nos muestra Vitorio de Sica en la magistral El ladrón de bicicletas. Como para no emocionarse. Emociones que se fundieron en calurosos aplausos. Fue Ramón Torío para finalizar, quien vino a poner el énfasis en la labor editorial de la librería con esas aportaciones tan ricas a escritores, poetas, pintores, en los que al valor añadido de los hermanos editores, se unían tantas personas de ese mundo intangible de amistad y cultura que era Relieve. Francisco Pino, José Jiménez Lozano, Justo Alejo, Francico Sabadell, Félix Cuadrado Lomas, Santiago Amón, Jorge Vidal, y tantos otros, que conversaron desde el antiguo banco o banzo de la librería en Cánovas del Castillo, como Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Buero Vallejo, Andrés Trapiello, Fernando Zamora, Pablo Ares, (...) Ellos mentaron a algunos de estos, y atros, pero son tantos los que han pasado y siguen pasando por la Librería Relieve, que este tiempo de redes, esta parte de la historia viva, del espacio de la amistad y la cultura, la lectura, las páginas, los libros, los recorte de prensa del hoy al amarillo, el arte, el pensamiento, el diálogo, siempre la amistad, siempre el recuerdo y siempre con el ánimo intacto a pesar de la invisibilidad aparente, el polvo y el olvido, este Relieve, hace bien honor a su nombre, pues resiste y lo hace con la naturalidad del paisaje castellano, con la sencillez llana de sus gentes, que a lo largo de la historia han sabido ser pacientes, como el barbecho resite el frío del invierno y el descanso en la oscuridad de los días, para luego con el tiempo propicio de las lluvias, hacer brotar de las tierra el verde y florecer con los rojos pétalos de las amapolas, tan rojas y vivas notas en el campo que, no es extraño que en términos poéticos, sean las amapolas flor para el recuerdo en el país de Shakespeare.
Como en todas las obras hay un comienzo y un final o quizá sea más preciso decir, un prólogo o preludio y un epílogo. La mejor forma que conozco de empezar cualquier cosa, cuanto más una de este tipo, es con la música. Así la música abrió y cerro el homenaje. La responsable de ello, fue la encantadora y amable violín, la joven Olga Saldaña. Era practicamente imposible verla entre tanta gente como había. Sonaron tan claras las notas que musicaba su arco, y esa claridad musical fue tejiendo una red invisible que nos atrapó a todos como si fuéramos uno solo.
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