viernes, 28 de marzo de 2014

A mi amigo, el librero (de viejo) Pepe Relieve

Aún puedo oír las campanas en el aire con la gravedad que cae sin remedio y el polvo o ceniza vierten lágrimas secas de palabras. Apenas unos días y la ausencia alegre implícita del viernes, me da por mirar entre las nubes tiznadas del añil que tanto ha dado que hablar y leer en nuestras días. Así, y, aquí, junto al río que tantos días nos llevara de páginas, le canto con mi silbo a mi amigo una más de Atahualpa o de Aute, cuando aún quedan unos pocos peldaños que duelen para nuestro querido Abril de Puertas. De Feria. De Libros. De Encuetros. De Manos Amigas. Y sobre todo ese tCrece que te hubieran lucido bajo tu boina el número ochenta y seis, que se dice pronto, entre días soleados, con lluvia y viento: abriles, al fin y al cabo. Un día de esos de luces, -apareciste risueño como te describió Esperanza en su bella prosa tan poética el día después de tu partida-, haciendo un panfleto que decía:

AMOR A LOS LIBROS=RELIEVE

De ahí salió aquella insignia pegada a tu corazón y que quedará guardada como tantas cosas para siempre. También, mucho tiempo antes, allá por el invierno MMX, nuestro primer año, la luz pasó a través de la película en blanco y negro y se quedo impregnada de azul. El azul de Relieve.

Pepe Relieve en su querida Librería Relieve en los Jardines del Poniente.

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